martes, 27 de abril de 2010

ARTISTAS Y AMIGOS DE KIKI


Chaim Soutine

Cuando Kiki concoe a Soutine, ambos viven en la miseria. Se ven por primera vez una fría noche de invierno y Soutine quema todo lo que puede de su estudio para que la joven entre en calor. “Desde aquel día, Soutine me gustó –escribiría Kiki diez años después-. Durante un tiempo fuimos casi inseparables”.

En 1919, Soutine cambia París por Céret, en los Pirineos. Zborowski, un marchante independiente, satisface sus necesidades. El milagro tiene lugar cuatro años después: en enero de 1923 el coleccionista estadounidense Albert Barnes descubre la pintura de Soutine a través de Zborowski y adquiere todos sus lienzos por 3.000 $. Por fin llega la época de la prosperidad. Soutine se convierte en un dandi y se compra corbatas y trajes a medida. Cuando pasa por delante de las terrazas de La Rotonde o del Dôme, evita las miradas de posibles gorrones. Sin embargo, cuando va a la barra, no duda en pagar una ronda a sus antiguos compañeros de infortunio.


En 1925 el pintor ejecuta varias versiones de su famoso lienzo Carcasse de boeuf, inspirado en el Buey desollado de Rembrandt. La pieza de carne que compra en el matadero de la Villette no tarda en descomponerse, alertando así a los servicios de higiene de la ciudad. A partir de entonces, el artista inyectará formaldehído a sus modelos para poder seguir con su obra.”¡la pintura tiene que ser vomitada!”, le decía Soutine a André Masson.

Durante la ocupación alemana, a pesar de su origen judío, el pintor se niega a refugiarse en EE UU y se esconde en Touraine con su último amor, Marie-Berthe Aurenche, la que en sus tiempos fuera esposa de Max Ernst.Chaim Soutine murió de una úlcera en 1943.



Amadeo Modigliani

A finales de esa década, Kiki traba contacto con Modigliani en un restaurante de la rue Campagne-Première llamado Chez Rosalie. Rosalie Tobia, de origen italiano y también modelo en sus tiempo, se erige en protectora de su compatriota. Le da de comer a cambio de sus dibujos. A veces su amigo Utrillo se viene desde Montmartre para emborracharse juntos con Chianti. Modigliani tiene fama de decadente. Gusta a las mujeres, consume alcohol y hachís. “Ver a Modigliani sobrio era algo muy raro –recordaría Kiki-. El poco dinero que ganaba le servía para apaciguar el fuego que tenía en el gaznate”.

En la primavera de 1917, conoce Jeanne Hébuterne, una estudiante de pintura de 19 años que era también habitual de La Rotonde. Fujita dice haber tenido un lío con ella. Modigliani se enamora perdidamente de Jeanne, para gran disgusto de los padres de ésta, unos pequeños burgueses católicos que ven con malos ojos que su hija se encapriche de un pintor italiano y judío. Jeanne abandona el domicilio familiar y se va a vivir con Amadeo. Tienen una hija.

En enero de 1920, Modigliani enferma. Sus amigos o están ausentes o también están convalecientes. Al final descubren al pintor inconsciente en su estudio helado y a Jeanne acurrucada junto a él. Lo ingresan enseguida, pero morirá sin haber recuperado la consciencia. Dos días después, Jeanne, que ha vuelto a casa de sus padres, se tira por la ventana. Estaba embarazada de nueve meses.



Moïse Kisling

En aquella época, Kisling era ya un pintor famoso. Su estudio se había convertido en un popular lugar de reunión. Escritores, pintores, escultores, poetas periodistas, actores, modelos –la mayor parte sin dinero- se dan cita en él para beber, comer y bailar al son de un fonógrafo con bocina. En 1922, le hacen una monografía al pintor, la primera de las muchas que se le dedicarán. Dos años después, Kipling obtiene por fin la nacionalidad francesa. Mientras tanto, Renée le había dado dos hijos.


En los años treinta la familia Kisling pasa cada vez más temporadas en el sur de Francia. En 1933, honran a Kipling con el título de caballero de la Legión de Honor. EL “montparno triunfador” celebra su nombramiento con un banquete en La Coupole. Cuatro años después, empieza a construir una casa de Sanary, en la Provenza. Al años siguiente se entera de que los alemanes le han condenado a muerte por sus actividades anti-nazis.


Cuando anuncian que Alemania ha invadido Polonia, Raimu le dice al pintor:”Tampoco vamos a luchar por los judíos polacos. A mí me la tocan los judíos polacos, querido Kisling, estará usted de acuerdo conmigo”. Entonces Kisling le responde: “Soy un judío polaco”. Pero el actor no se desmoraliza:”¡Bueno, pues entonces puedo prometerle que vamos a darles una buena paliza a esos puercos alemanes con todos nuestros amigos judíos polacos!”.


Después de su desmovilización en 1940, Kisling se marcha a Portugal para luego trasladarse a los EE UU, donde se quedará toda la guerra. Al volver a París, se encuentra con que han saqueado su estudio. A partir de entonces, el pintor continuará su obra en la Provenza. En la posguerra inmediata, a veces se le ve por Chez Adrien, un piano-bar de la rue Vavin, donde sigue cantando Kiki, con la mirada cargada por el alcohol y los estupefacientes. Moïse Kisling fallece el 29 de abril de 1953 en Sanary de unas crisis de uremia.




Fujita Tsuguharu


Tsuguharu Fujita nace 28 años antes en Tokio y se queda huérfano de madre a los 4 años. Cuando a los 12 años decide que quiere dedicarse a la pintura, su padres, cirujano jefe del ejército, aprueba la elección de su hijo y le envía a la Escuela de Bellas Artes de Tokio; en Japón ser pintor era una profesión honrada. A pesar de un Reimer encargo prestigiosos (un retrato del emperador de Corea), su carrera se estanca. Le pide a su padre permiso para ir a Francia a perfeccionar su arte.


Al día siguiente de su llegada a Montparnasse, le llevan a la casa de Picasso, que le enseña su colección del Aduanero Rousseau, cuyo estilo naïf ejercerá sobre él una influencia duradera. El pintor español adopta al japonés, que entra en su grupo y se hace amigo de Apollinaire, Max Jacob y Braque. Durante unos meses frecuenta a los estadounidenses Raymond e Isadora Duncan, que están a favor de volver a la pureza de los antiguos griegos. Fujita va a bailar con una clámide por los bosques…


Su flequillo cortado a ras de frente, sus redondas gafas de miope y sus extravagantes indumentarias hacen que las mujeres se fijen en él. Marcelle, Gaby, Marguerite, Margot, Loulou y las demás le enseñan a colarse en el cine, a besar a la francesa, a trapichear con la coca y a chapurrear en argot, pero con quien se casará Fujita en 1917 es con Fernande Barrey. Está en La Rotonde cuando cae rendido ante la joven pintora. Ella le da largas, pero a la mañana siguiente, él va a verla y le da una blusa que ha cosido para ella durante la noche. Fernande le abre su gélido estudio: son tiempos de guerra y escasea el carbón. Para entrar en calor, Fernande rompe una silla y la echa a la chimenea. Se casan a los trece días. Fujita le pide prestados 6 francos a un camarero de La Rotonde para pagar el anuncio de la boda.


Fernande cree en el talento de su “pequeño japonés”, que ahora sabe combinar la técnica occidental con la tradición oriental. Lo instala en un antiguo establo al pie de su edificio, en la rue Delambre, y visita diariamente a los marchantes de arte en vano. Una vez le sorprende la lluvia y coge prestado un paraguas al marchante Chéron, que acaba de rechazar las obras de ese japonés desconocido; sin embargo, no se fía y pide dos acuarelas como prenda. Al día siguiente, ya las ha vendido. Quiere más enseguida, pero no ha apuntado ni el apellido ni la dirección de Fernande. La encuentra un mes después, y le ofrece inmediatamente a Fujita un contrato de 450 francos al mes. A cambio, el pintor tiene que darle dos obras al día, o sea, que la acuarela le sale a 8 francos.

Con su peculio, Fernande y Fujita se financian un viaje al sur con Modigliani, Soutine y con el poeta y marchante Zborowski. Conocen a Renoir pero, como no venden sus obras, los montparnos tienen que volver a París, dejándole a su anfitrión lienzos y maletas. Kiki era la modelo preferida de Fujita. Su
Un couché à la toile de Jouy
marca el comienzo de su éxito. A partir de entonces, el pintor japonés se revela como una personalidad fundamental del Montparnasse de los locos años veinte. Fernande y él acuden a todas las fiestas, a todos los bailes. Pero cuando suenan las doce, el pintor se va a dormir. El descendiente de los samurai es disciplinado y todas las mañanas está delante de su caballete al salir el sol. Pero Fernande no lo es, y el día que Fujita la sorprende entre los brazos de su primo Koyonaghi, se inclina educadamente y abandona el domicilio conyugal.

En La Rotonde conoce a Lucie, una belga de 20 años. Se encierran inmediatamente en un hotel del barrio del que salen tres días después; Lucie se llama ahora Yukie: nieve rosa. Con su nueva pareja, Fujita vive a lo grande: una residencia en Montsouris, sirvientes, coche con chófer y un bronce de Rodin como tapón de radiador… Pero en 1928, el fisco caza al exitoso pintor. Se arruina y la pareja no lo supera. Yuki vuela con Robert Desnos y Fujita se encapricha de la pelirroja Mady Dormans, “la Pantera”. Se la lleva a Japón en un viaje que resultará mortal. La Pantera es cocainómana y al dejarlo tan brutalmente entra en coma y muere sin que puedan reanimarla.

Fujita no puede salir de Japón durante la guerra y regresa a París en 1950. “He vuelto para quedarme”. Junto a su compatriota Kimyo, obtiene la nacionalidad francesa, se bautiza y se instala en la rue Campagne-Première. Cuelga de la pared de su estudio el
Nu couché à la toile de Jouy después de comprárselo a un coleccionista. Es el único pintor famoso de la comitiva en el entierro de Kiki. Es la primera vez que alguien le ve llorar.



Man Ray

Emmanuel Radnitzky nació en Filadelfia en 1890, en el seño de una familia judía recién llegada de Rusia. Tiene 7 años cuando su familia se instala en Brooklyn, donde su padre trabaja en un taller de costura. El joven Radnitzky empieza a pintar ya en 1908 y se apunta a una escuela de arte. Cuatro años después, adopta el pseudónimo de Man Ray. Para ganar algún dinero, trabaja en una agencia de publicidad y luego ilustra atlas para una editorial. En 1913, ingresa en una comunidad de artistas vanguardistas en Ridgefield, frente a Manhattan. Allí conoce al francés Marcel Duchamp.

Aunque su pintura sea en un principio de inspiración cubista, Man Ray no tarda en atreverse con la abstracción y practica la escultura, el collage y la fotografía. En 1921, Duchamp y él publican el único número de New Yor, Dada. “Dada cannot live in New York”, le escribiría al poco tiempo a Tzara.

El 22 de julio de 1921, Man Ray llega a la estación Saint-Lazare, donde le espera Marcel Duchamp, que ese mismo día va a presentar a su amigo estadounidense al círculo dadaísta: Breton, Aragon, Éluard, Soupault… Éste último le ofrece enseguida exponer sus obras en la librería Six. Seis meses después, Man Ray cuelga en el local sus pinturas. El catálogo lo firman Aragon, Breton, Éluard, Tzara, Arp, Ernst y Soupault, pero no se vende ni un lienzo. Man Ray abandona los pinceles y los cambia por la experimentación fotográfica a principios de 1922, que es cuando realiza sus famosas rayografías o rayogramas. Con tan sólo una fuente de luz y papel fotosensible, aporta al dadaísmo unas atrevidas imágenes que Tzara califica de “partida de sol y ajedrez”.


A finales de 1922, la pblicación de Champs Délicieux, un álbum compuesto por doce de estas imágenes, hace que Man Ray se alce como uno de los pilares del movimiento. Para entonces, el artista estadounidense ya conoce a Kiki y ha hecho de la modelo preferida de los artistas de Montparnasse su principal fuente de inspiración fotográfica.

Durante los siete años que dura su relación, a menudo tumultuosa y siempre pasional, Man Ray acumula fotos que van desde la rayograífa hasta el primer plano pornográfico, pasando por el juego surrealista y la instantánea. Si su cuadro más famoso es
À l’heure de l’observatoire, les amoureux, en el que salen los labios de Lee Miller, no puede negarse que lo que hizo que Man Ray entrara a formar parte de la memoria colectiva fueron dos fotos de Kiki: El violín de Ingres, que se convertiría en el icono surrealistas por excelencia, y Negra y Blanca, foto en la que aparece el rostro de Kiki con una máscara baoulé. Sin embargo, en los años veinte, lo que le da de comer al artista no son sus investigaciones vanguardistas, sino su trabajo de retratista y de fotógrafo de moda para Harper’s Bazaar, Vu o Vogue.

Aparte de sus amigos dadaístas y luego surrealistas, la lista de personalidades inmortalizadas por el objetivo de Man Ray parece un quién es quién de las artes y las letras del periodo de entreguerras: Dora Maar, Aldous Huxley, T.S. Eliot, Eisenstein, Nancy Cunard, Erik Satie, Max Ernst, Brancusi, Tanquy, Léger, Hemingway, Derain, Braque, Pasicn, Matisse, Miró, Picasso, Cocteau, dalí, René Char, Magritte, De Chirico, Gertrude Stein, Picabia, Mina Loy, Djuna Barnes o Luis Buñuel.

La pintura y la fotografía no son los únicos ejes de la obra del artista. Desde 1923, Man Ray se interesa por el cinematógrafo. Los dos minutos cuarenta y cinco segundos que dura su primera película,
Retour à la raison, se proyectarán con ocasión de Le Coeur à Barbe organizada por Tzara, velada que marcará la ruptura física –a puñetazo limpio- de los dadaístas y los futuros surrealistas. Cinco años después, Breton, ahora cabecilla de la vanguardia artística mundial, celebra la cuarta película de Man Ray, L’étoile de mer, con guión de Desnos y Kiki como protagonista. Man Ray fue un caso único en la historia del surrealismo, porque nunca se enemistó con nadie. La amistad que tenía con Tzara y la que tenía con Breton y Desnos se mantendrán intactas a pesar de los conflictos que enfrentaban a estos tres hombres.

En 1929, cuando queda claro que lo que tiene Kiki y Broca es más que una aventura, Man Ray hace pública su relación amorosa con Lee Miller, su ayudante. Esta joven estadounidense, antigua modelo de Vogue y futura fotógrafa de guerra, pasó con su compatriota tres años antes de dejarle. Un autorretrato titulado
Suicide resume el estado de ánimo del fotógrafo después de esta ruptura.

En julio de 1949, la llegada de los alemanes hace que el ya famoso fotógrafo atraviese el Atlántico. Se refugia en Hollywood. Su mayor contribución a la industria cinematográfica fue el retrato de Ava Gardner que pintó para la película
Pandora y el holandés errante. En 1951, Man Ray vuelve a París acompañado por la que será la última mujer de su vida, Juliet. Se instala en un estudio de la rue Férou y se dedica a la pintura y a la concepción de objetos de inspiración surrealista. Muere en 1976 a los 86 años. Su tumba se encuentra en el cementerio de Montparnasse, a unos cien metro de los lugares que le vieron nacer como un artista.



Henri-Pierre Roché

Desde principios de siglo, Roché publica en las mejores revistas del momento, tales como Le Mercure de France. Hacia 1905 ya se ha hecho amigo de Braque, Picapia, Apollinaire y Picasso, es el amante de Marie Laurecin y frecuenta al escritor alemán Franz Hessel y a su mujer Helen Grund, que serán dos de los personajes principales de su futura novela Jules et Jim. “Conocía a todo el mundo y quería que todo el mundo le conociera a él”, comentará Gertrude Stein, a la que precisamente Roché le presentó Picasso.

En 1916 el gobierno francés lo manda a EE UU en misión económica. En Nueva York se encuentra con Picabia, que edita la revista 391, y conoce a Marcel Duchamp. Con este hombre, que será para é un amigo infalible y al que él apoda “Victor” o “Totor”, Roché crea en 1917 la revista
The Blindman. Hay dos publicaciones vanguardistas en Nueva York y una sobra. Roché y Picabia se juegan su futuro al ajedrez. Roché pierde y acaba con The Blindman.

A su regreso a Francia, además de trabajar como crítico de arte, Roché se dedica a hacer de intermediario para el coleccionista estadounidense John Quinn. Para él descubre, señala y negocia obras de Matisse, Derain, Dufy, De Chirico, Modigliani, Picasso, Rousseau o Brancusi.

Este aficionado al arte se interesa por Man Ray desde que da sus primeros pasos en París. En julio de 1922, le escribe a Quinn diciéndole:” Sentía suficiente simpatía por Man Ray y tenía suficiente fe en su trabajo como para proponerle el préstamo de una cantidad que fuera suficiente para que se cogiera un estudio grande con un buen aparataje fotográfico; aceptó, lo hizo, le fue bien y sólo necesitó la mitad del dinero que yo le ofrecía. Confidencial”. Según su diario, Roché conoce a Kiki el 8 de mayo de 1922. Él la anima a pintar y a exponer, para lo que llega incluso a ofrecerle su apartamento. En 1924, cuando compra una acuarela de Kiki, escribe en su diario: “Comida con Man Ray, Kiki y Tzara. He comprado una bonita acuarela, un supermatisse de Kiki”.

Aunque no quiere que se le considere un coleccionista, con el paso del tiempo Roché va adquiriendo obras de Laurencin, Brancusi, Picasso, Duchamp, Braque, Modigliani y Dubuffet, por citar a algunos de los más conocidos. En el inventario de su colección constan diez lienzos de Kiki.

Llega la Segunda Guerra Mundial y Roché se refugia en provincias. Jean Paulhan se pone en contacto con él y le anima a que retome la pluma. En la posguerra, el aficionado al arte publica en
Le Parisienne y en La Nouvelle Revue Française y escribe las introducciones a las exposiciones de Kandinsky, Michaux o Dubuffet. Pero es en 1953 cuando cobra cierta notoriedad con la publicación de su primera novela Jules et Jim, inspirada en la relación que mantuvo con la pareja Hessel-Grund. Henri-Pierre Roché tenía entonces 74 años. Tres años después publica su última obra, Les Deux Anglaises et le Continent.

Ese mismo año, un joven crítico de cine se pone en contacto con él para hacer una adaptación cinematográfica de su primera novela. En Arts, acababa de escribir: “ Una de las novelas más modernas más hermosas que conozco es
Jules et Jim que nos muestra a lo largo de toda una vida cómo dos amigos y su compañera común se quieren con un amor tierno y casi sin choques gracias a una moral estética y nueva que no deja de replantearse”. François Truffaut quiere así rodar su primera película a partir de esa particular historia de amor. Entre ambos hombres se establece una amistad, pero Roché no llegará a ver nunca a Jeane Moreaur interpretando el personaje de Catherine en la gran pantalla. Muere en abril de 1959.



Robert Desnos

Los Misterios de París o Fantomás, y le cautivan las poesías de Hugo, Nerval y Mallarmé. A los 16 años, decide dedicar su vida a la literatura. Su padre lo echa de casa.

El joven Desnos sobrevive haciendo trabajillo y traba amistad con otro adolescente anarquizante, Henri Jeanson, al que la le compran artículos por palabras. A los 20 años, el aprendiz de poeta se enrola en las tropas coloniales. La víspera de embarcarse para Marruecos, va al café Certà, en el que los dadaístas celebran su salón. Al cabo uniformado le fascina Breton, “el hombre volcán”.

De regreso a París, dos años después, Desnos se apasiona por el Jazz y retoma relación con el grupo de Breton, que está rompiendo con dadá. El surrealismo está a punto de nacer. Desnos será uno de sus más ardientes defensores. Bajo el magnético influjo de Breton, participa en las sesiones parapsicológicas de los “grands sommeils”. En un estado de trance hipnótico, compone “poemas sueños” que se publican en
Littérature. El número de diciembre de 1922 incluye el mensaje telepático que envía desde Nueva York Rrose Sélavy, alias de Marcel Duchamp. Kiki y Man Ray asisten a algunas de estas representaciones. “Las sesiones habrían sido milagrosas aunque las hubieran preparado y se las hubiertan aprendido de memoria”, escribirá Man Ray cuarenta años más tarde.

En julio de 1923, Desnos participa junto a Breton en la bronca general de L
e Coeur à barbe, que iba a ser el principio del fin del movimiento dadá. Pero de algo hay que vivir. Por medio de Jeanson, Desnos entra a formar parte del equipo diario Paris-Soir. Sus compañeros surrealistas le reprocharán seriamente esta literatura mercantil, que precipitará su ruptura con Breton, al que él le reprochará su adscripción al partido comunista y sus manifestaciones en contra de la homosexualidad.

En el
Boeuf sur Toit, al que le lleva Jeanson, Desnos se queda prendado de la cantante Yvonne Georges. Ella es politoxicomanía y arrastrará al artista por la oscura senda del opio, la cocaína y la heroína. Su relación con Yvonne Georges le inspira una novela que se publica en 1943. Le vin est tirécuenta cómo un hombre se sumerge cruelmente en la adicción creyendo así ser capaz de ir al encuentro de su amada, perdida en paraísos artificiales. Yvonne, “La Estrella”, es una amiga cercana de Kiki. Durante los años veinte, Robert es por tanto uno de los íntimos de la Reina de Montparnasse. Le escribe los catálogos desde su primera exposición. Al año siguiente, ruedan juntos L’Étoile de mer, la película de Man Ray para la que él escribe el guión. Se sospecha más adelante que el fiel amigo le dio “un repaso” al manuscrito de las memorias de Kiki. En la última versión, Kiki escribe de su “gran amigo”: “¡Desnos es el tipo al que uno siempre ve corriendo! ¡Parece que se da prisa en vivir!”.

Yvonne muere en 1930. Para aquel entonces, otra mujer había entrado ya en la vida de Robert. Él la llama “La Sirena”. Para los demás es Yuki, la pareja de Fujita. Al principio, la amistad es lo que une a los tres personajes. El pintor japonés le tatúa una sirena a Yuki en un muslo y al poeta le hace una de las constelaciones de las osas en el brazo. Con el paso del tiempo, los sentimientos van evolucionando, el amor se hace un hueco sin dar pie jamás a los celos. Cuando en 1931, cansado del acoso del físico francés, Fujita se va a Sudamérica sin avisar con la pelirroja Madeleine, Robert y Yuki se encuentran ante el hecho consumado. Al año siguiente, se van a vivir juntos a Saint-Germain-des-Prés y ya no se separan nunca.

En los años treinta el poeta se inclina por la radio.
La Complainte De Fantômas, interpretado por Antonin Artaud, es su primer éxito popular. Se inventa sobre la marcha el spot publicitario radiofónico. El dinero le cae del cielo y se limita a escribir poemas: “para que le dé el aire a mi imaginación…”. Durante la ocupación alemana, el periodista continúa con su carrera, a pesar de que tiene detractores como Céline que le califica de “cerdojudiósofilo”. En 1942, a partir de la Redada del Velódromo de Invierno, Desnos entra en la Resistencia y pasa a formar parte del grupo Action inmediatez. Sin embargo, el periodista es detenido por la Gestapo en 1944. Lo envían a Auschwitz, Buchenwald, Flössenbur y luego a Flöha. Cuando los Aliados atraviesan el Rin, transfieren al poeta a Checoslovaquia. Muere de tifus en el campo de Terezin el 8 de junio de 1945. Un mes después del final de la guerra. “Siempre he sido y seré hasta el final el loco amante de la libertad”.



Jean Cocteau

La Lampe d’Aladin. A lo largo de la década de siguiente, el joven frecuenta tanto a Marcel Proust como a Igor Strwinsky, a André Gide y a Roland Garros. Picasso le introduce en el círculo de artistas de Montparnasse, donde conocerá a Max Jacob, a Kisling y a Modiglinai. También entra en pie de igualdad en la vanguardia artística gracias a Picasso. Cocteau trabaja mano a mano con el pintor, con la compañía de bailarines rusos de Diaghilev y con el músico Erik Satie y firma en 1917 un “ballet realista” Parade. Apollinaire celebra esta primera manifestación del “espirit nouveau” con una palabra acuñada para la ocasión: “sur-realismo”.

En 1919, Cocteau conoce a un joven poeta de 16 años, Raymond Radiguet, y se convierte en su mentor, su protector y amante. Ese mismo año, escribe a Tzara: “Estoy atento a todos los esfuerzos de dadá”. Al principio el poeta se adscribe al dadaísmo, pero no tarda en chochar con algunos de sus seguidores. Los surrealistas lo utilizarán como cabeza de turco. Sin embargo, mucho después, en 1930, Cocteau y Desnos se reconciliarán ante los restos mortales de la cantante Yvonne Georges, amiga íntima de ambos, y en 1937 Aragon le abrirá a Cocteau las páginas del diario
Ce Soir.

Man Ray empieza a fotografiar a Cocteau en 1922, poco después de su llegada a París. Kiki está presente: “Llevaba unos guantes de lana de color rojo, blanco y negro”. A lo largo de los años veinte, se frecuentarán mucho. Comparte las noches en blanco del Boeuf sur le Toit, un bar que “lanzó” al poeta y que fue bautizado en honor a una obra suya del mismo nombre. “Venía muchas noches a oírme cantar en el Boeuf. Su presencia me daba más confianza”, recordaría la cantante unos años después. También es Cocteau el que en 1925 le descubre los encantos del Hôtel Welcome de Villefrance-sur-Mer. En la costa sigue intentando superar la muerte de Radiguet, acaecida dos años antes, desde la que se había sumido en el opio y la desesperación. “Nos veíamos todas las noches en el barecito del hotel y nos entreteníamos mirando a los marineros y a las prostitutas”, contaría Kiki. En aquellos años, cuando Cocteau disponía de ejemplares de sus libros para la prensa, siempre les enviaba uno a “Man y Kiki Ray”. Aunqu parece que a su grácil pluma no le inspiro la preferida de los pintores, Kiki sí que realizó un retrato a color de su amigo Jean.

Con el paso de los años, Cocteau va dejando de escatimar en medios poéticos. Dibuja, pinta y hace cine (
La sangre de un poeta, L’Éternel Retour, La Bella y la Bestia, Orfeo…). Sobre todo, escribe: poesía (Le Cap de Bonne Espérance, Le Mystère de jean l’oiseleur…), teatro (La voz humana, Los padres terribles…), novela(Thomas el impostor, Les Enfants terribles…) y narraciones autobiográficas (Opio, Retratos para un recuerdo…).

La vida de Jean Cocteau es un torbellino de amistades y amor. En 1937 se vincula a Al Brown, un boxeador venido a menos al que ayuda a reconquistar el título de campeón del mundo. Ese mismo año, descubre al joven debutante Jean Marais, que se convierte para él en una nueva fuente de inspiración amorosa. En 1940 escribe
Le bel indifférent para Edith Piaf y el amante de ésta, Pual Meurisse. En 1942, elogia oficialmente a su amigo Arno Breker, que era por añiduría el escultor favorito de Adolf Hitler. En 1943, descubre a Jean Genet y lo libra de una pena de cárcel de por vida al decir de él que era “el mayor escritor de la época”. En 1944, al día siguiente de la liberación de París, se ve con Hemingway en el bar del Ritz, que el escritor había “liberado” personalmente. En 1949, le nombran caballero de la Legión de Honor. En 1953, cuando Kiki fallece, el multiforme poeta –opiómano declarado, homosexual convencido- entra en la Academia Francesa.

El 11 de octubre de 1963, a mediodía, Jean Cocteau se entera de la muerte de Edith Piaf. “Es el barco que termina de hundirse”, declara. Morirá una hora después.


Henri Broca
T’en fais pas! Viens à Montparnasse, una recopilación de textos y caricaturas. En febrero de 1929, el dibujante y periodista lanza la revista Paris-Montparnasse, (que financiaba Kiki) cuyo último número se publicaría en 1930.

Cuando le enseñaron a Man Ray una caricatura de la pareja que hacía con Kiki, el artista estdounidense escribió el siguiente comentario al pie de la imagen: “Es una mierda…hecha por un gilipollas”. El caricaturista en cuestión era Broca. Según Man Ray, la relación amorosa de Kiki y Broca se afirmó durante la redacción de las memorias de la modelo, que editaba el periodista.

“Henri Broca me impresiona por sus sorprendentes cualidades, su inteligencia, lo inaudito de su actividad (…) pero, y es la primera vez que me pasa, no hay por mi parte ninguna atracción física. Su encanto es enorme y la influencia que ejerce sobre mí increíble”, escribiría Kiki más adelante, en la versión de sus memorias de 1938.

El 30 de mayo de 1929, bajo los auspicios de su revista, Broca organiza en Bobino la elección de la Reina de Montparnasse. Kiki es la afortunada ganadora y su título ya no volverá a ponerse en juego.

En 1938, Kiki contará el calvario del final de la relación. Por la drogadicción –según Man Ray- o sífilis –según Lou Mollgaard-, Henri Broca se sume en la demencia a principios de la década de los treinta. Kiki tiene que ingresarlo. Los médicos lo mandan de vuelta con su familia bordelesa. Henri Broca morirá en 1935 sin haber vuelto a ver Montparnasse.



Ernest Hemingway
Transatlantic Reviws, con sede en París, publica una de sus reseñas junto con las de otro “autor en ascenso”, Tristan Tzara. Al año siguiente, en el Dingo Bar, el principiante conoce a Scott Fitzgerald, el “enfant terrible” de las letras estadounidenses. La rivalidad entre los dos –alimentada por Hemingway- es legendaria. Durante ese tiempo, el futuro premio Nobel escribe su primera novela importante, Fiesta.

Al igual que el novelista estadounidense, Kiki también es una habitual del Dingo. Cuando se conocen, Hemingway es casi un desconocido. En 1929, cuando le llega el momento de escribir el prólogo de la edición estadounidense de las memorias de Kiki, él ya es un escritor de éxito gracias a
Adiós a las armas. En este prólogo, el escritor recuerda el Montparnasse que ha conocido y se detiene en Kiki: “ Le había tocado desde el principio una cara bonita y había sabido hacer de ella una obra de arte. Tenía un cuerpo maravillosamente hermoso y una voz bella, una voz de las que hablan, no de las que cantan. Sin duda alguna, dominó aquella época de Montparnasse mejor de lo que la Reina Victoria lo hizo jamás con la suya”.

En toda su carrera, Hemingway sólo aceptará escribir dos prólogos, primero uno para Kiki y luego otro para Jimmie Charters, antiguo boxeador que trabajaba como camarero en el Dingo.

En 1961, el autor de
Por quién doblan las campanas y Las nieves del Kilimanjaro se quita la vida con un fusil. Tres años después, la publicación póstuma de las memorias parisinas del novelista nos revela la juventud de su “generación perdida” bajo el título París era una fiesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario