martes, 27 de abril de 2010

KIKI COMO MODELO


Alice Prin vio en su viaje a París la oportunidad de codearse con los artistas del momento, pintores, escultores y poetas que vagaban por los cafés de La ciudad de las Luces.

Al igual que el resto de Europa, París se vio azotado por la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias. Soldados por las calles, toques de queda, inseguridad, hambre, pobreza… Prin, que carecía de residencia fija y todavía más de alimento diario, pasó por muchos trabajos y casas de amigos y amigas.


Al rondar por los cafés bohemios como La Rotonde o el café Vavin Alice Prin se vio aceptada en la gran familia de los artistas. Así, inició su amistad con pintores como Mendijsky, Kisling o Foujita. Para todos ellos, posó como modelo en repetidas ocasiones, lo que le permitía ganar unos francos para sobrevivir.


Poco después de comenzar su carrera como modelo, Alice Prin posó para Maurice Mendijsky, pintor polaco, con el que mantendría también una relación amorosa. El único retrato en el que aparece Kiki con el pelo largo es el que Mendijsky realizó en 1919. Este retrato responde a un corte clásico de la pintura figurativa. En este primer retrato, Kiki no muestra su habitual erotismo si no que viste de forma más arreglada, casi burguesa. Poco después, Kiki se cortó el pelo à la garçonne, corte que en la Francia de aquella época se asimilaba a mujeres rebeldes y ociosas, alejadas de la tradición.


Sin embargo, la más importante y quizás tortuosa relación que Kiki mantuvo con ningún otro artista fue con Man Ray, fotógrafo y pintor dadaísta americano. Tal y como muestran muchas de las obras de Ray, Kiki fue una gran inspiración para él.


En Violín de Ingres, Man Ray pinta las dos aberturas características del contrabajo u otros instrumentos de cuerda (símbolo importante para los cubistas). Algunos dicen que esta imagen es una analogía entre el papel del contrabajo en los grupos de jazz y la importancia que Kiki tenía en el grupo de los artistas. Ray pone en manifiesto el poder de Kiki sobre los otros y también el mismo. Kiki es así la que da alegría, la que marca el paso al igual que el contrabajo en el jazz.



Foujita Tsuguharu, pintor y amigo de Kiki también la retrato en varias ocasiones. En la primera sesión en la que Kiki iba a posar para él, fue ella la que le hizo un retrato, que luego vendería a Henri-Pierre Roché, amigo y marchante de arte de la Reina de Montparnasse que la ayudaría en su primera exposición como artista. Fue Foujita el que comentó la importancia e influencia que Kiki producía en el artista que la retrataba. Él mismo se dio cuenta que en Nu à la toile de Jouy (1922), los autores de la obra eran tanto él como su modelo.


Moïse Kisling (Polonia, 1891) de la escuela expresionista judía (Pascin, Chas-Laborde, Modigliani), al igual que todos los artistas de la primera mitad del siglo XX se instaló en Montparnasse (nuevo barrio artístico tras Monmartre) junto con sus colegas artistas. Ciertos autores consideran a Kisling protagonista del Realismo mágico (movimiento alemán posterior a los grupos El puente y El jinete azul). Kisling no trata de pintar la realidad, sino de transmitir una idea, la modelo (en este caso Kiki) es el vehículo entre el pincel y el lienzo. Kiki se ve inofensiva, frágil y, por supuesto, bella y poderosa.















En la primavera de 1929, Calder realiza dos retratos de Kiki. El primero de ellos se hizo para la cámara de la agencia de noticias Keystone. Ambos fueron realizados a partir del modelado de alambre aunque sus diferencias son notorias. En Kiki de Montparnase I, los rasgos faciales de la modelo se ven reducidos a formas geometricas: la nariz, proyectada en el aire de forma triangular; los orificios nasales, dos puntos y su mirada, una espiral. En cambio, en Kiki de Montparnasse II, el alambre inspira una visión frontal del rostro de Alice: los ojos separados, la nariz limitada a un punto del que florece la boca entreabierta.












Kiki de Montparnasse (1928) de Gargallo es una preciosa y reluciente pieza en bronce dorado. El artista reproduce el óvalo de la cara de Alice perfilado por su peinado á la garçonne. Quizás lo más característico de la obra es que el rostro se reduce a un ojo, media nariz y un fragmento de boca. Este juego de vacíos y espacios ocupados y su relación con la luz es una característica de la obra de Gargallo que en este caso resulta en una enigmática belleza.


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